En este momento estarás todavía de viaje. Quien sabe si piensas en mi, si una duda te asalta, quien sabe si aún piensas que esto es lo correcto. Espero que lo sea. Si no, estamos echando a perder algo grande, algo que no volverá a ocurrir jamás.
Sigue lloviendo, siempre más fuerte.
Mis ojos se han acostumbrado ya a la penumbra, y por la niebla que me envuelve me doy cuenta de que he llorado. Siento que mi móvil suena entre las sábanas, es un mensaje tuyo. Pocas palabras, infinitas emociones. Me escribes que ya me echas de menos, que no pensabas que la certeza de la distancia provocase este efecto sobre ti, pudiese hacerte llorar, sola, en un tren, lejos de todos, lejos de mi.
Como podría describir las sensaciones que sentí desplazando mi mirada de una palabra a otra.
Mente humana de poeta o filósofo no podría traducir en prosa o en verso el estado de ánimo que me abrazó en ese momento.
Tú que sabías todo, has descubierto que no sabes nada. Yo, que estaba perdido, me he encontrado gracias a tus palabras.
Fuera llueve menos, esta fría lluvia de Noviembre que ha acompañado estas últimas horas de mi vida.
Como un Ave Fénix renazco de mis cenizas. De repente la esperanza invade mi alma y endulza a mis compañeras de vida, sufrimiento y soledad.
No podré sufrir jamás de verdad sabiendo que a miles de kilómetros de distancia tú sufres conmigo, sufres por mí.
No estaré nunca sólo.