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21 de junio de 2011

Pioggia di Novembre.

Silencio. Oigo sólo el sonido de la lluvia proveniente de la ventana de mi habitación. Me cuesta acostumbrar los ojos a la oscuridad, por lo tanto uso los ojos del recuerdo, y como esperaba, me llevan a ti. Han pasado pocas horas desde que te fuiste, pero el tiempo ha excavado un profundo hoyo dentro de mi, que daña y que no tengo ganas de calmar, todavía no.  El sufrimiento y la soledad son emociones de las cuales no me quiero privar, las quiero vivir, quiero sentirlas hasta que me hagan daño, sólo así podré convivir con tu recuerdo. Me has dicho que no te espere, que no piense en tu regreso. Me has dicho que todo sería distinto, que a lo mejor lo que sentíamos era entusiasmo exagerado y superficial, pasión ardiente, sólo un deseo transitorio. Parecía que lo supieses siempre todo. Explícame entonces este dolor, explícame este sufrimiento. La respuesta es que no hay una respuesta porque en realidad no existe una pregunta concreta. Ya sé porque siento todo esto, me falta solo el coraje para admitirlo. Sé que tú también sientes lo mismo por mi, sólo que eres más fuerte, estás más segura de lo que quieres, más cierta al respecto de tus prioridades.
En este momento estarás todavía de viaje. Quien sabe si piensas en mi, si una duda te asalta, quien sabe si aún piensas que esto es lo correcto. Espero que lo sea. Si no, estamos echando a perder algo grande, algo que no volverá a ocurrir jamás.
Sigue lloviendo, siempre más fuerte.
Mis ojos se han acostumbrado ya a la penumbra, y por la niebla que me envuelve me doy cuenta de que he llorado. Siento que mi móvil suena entre las sábanas, es un mensaje tuyo. Pocas palabras, infinitas emociones. Me escribes que ya me echas de menos, que no pensabas que la certeza de la distancia provocase este efecto sobre ti, pudiese hacerte llorar, sola, en un tren, lejos de todos, lejos de mi.
Como podría describir las sensaciones que sentí desplazando mi mirada de una palabra a otra.
Mente humana de poeta o filósofo no podría traducir en prosa o en verso el estado de ánimo que me abrazó en ese momento.
Tú que sabías todo, has descubierto que no sabes nada. Yo, que estaba perdido, me he encontrado gracias a tus palabras.
Fuera llueve menos, esta fría lluvia de Noviembre que ha acompañado estas últimas horas de mi vida.
Como un Ave Fénix renazco de mis cenizas. De repente la esperanza invade mi alma y endulza a mis compañeras de vida, sufrimiento y soledad.
No podré sufrir jamás de verdad sabiendo que a miles de kilómetros de distancia tú sufres conmigo, sufres por mí.
No estaré nunca sólo.