No me acordaba que las lágrimas de Ave Fénix no podían curar las
heridas de mi corazón. Heridas que no pudiste evitar
provocarme con tus palabras. Ni
con tus actos.
Pero antes todo esto era distinto, era diferente. No sabría darle
un nombre a lo que pasó, cambié el rumbo de mi vida en base a las emociones que
sentí, por los escalofríos que parecían nacer en la parte más intima de mi ánimo
para después morir sobre mi espalda, en mis brazos; por los latidos de mi corazón
que casi me mataron… por todo esto y por todo lo que no sabes y no sabrás jamás,
cambié el rumbo de mi vida, que nunca volverá a ser la misma.
No sé que nombre pueda tener un sentimiento así. A lo mejor
ninguno, a lo mejor todos los nombre que somos capaces de otorgar a las cosas
que sentimos y que le dan sentido a nuestra vida. No te he amado por aburrimiento,
o por soledad, o por capricho, o para llenar un vacío. Puede que técnicamente “amado”
no sea tampoco la palabra correcta. Sé solo que he sentido algo nuevo, he
descubierto recovecos de mi corazón que no sabía ni que existieran, he sido
golpeado y atravesado por emociones que no sé explicar, y que posiblemente no
haya sabido vivirlas por el miedo a perderlas demasiado pronto.
Te he amado porque el deseo de tenerte era más fuerte que
cualquier otro tipo de felicidad.
Pero ahora no estás, y me refugio en mi mar, en la playa. Observo
el Sol que desaparece por el horizonte. Pero después apareces tú, lo más
peligroso ahora, y todavía parece que tu esencia me reclama, me confunde en un millón
de diferentes emociones, me atrapa en un vórtice de sensaciones. Pero tengo que
estar alerta, continuar un poco lejos de ti, porque sé que me volveré a hacer
daño si me acerco demasiado.
Afortunadamente he aprendido a encajar los golpes, a apartarme
cuando me atacas, a atacarte con una sonrisa cuando menos te lo esperas. Porque
estoy seguro de que nada me puede destruir, cuando ante mí sigo teniendo el
mar, y en el corazón la conciencia de que soy invisible.
Parece
que esas lágrimas de Fénix no son más que las mías, que recorren mi rostro y
mueren ahogadas en mi pecho. Pero voy a ser fuerte, por los dos, porque aunque
me hayas herido, todavía me quieres.