Hoy no quiero hablar de nada.

Hoy me tumbo en la cama y observo el techo de mi habitación. Veo a esa pesada mosca mover sus alas y aguanto ese sonido tan molesto. Con tal de no pensar en nada…

Empiezo a escuchar una canción. Mierda, me recuerda a ti. Subo el volumen al máximo para no oír mis propios pensamientos. Decido cerrar los ojos para que Morfeo me recoja entre sus brazos y me lleve lejos de aquí. Un lugar donde tú no estés, un lugar donde pueda reparar los daños que le causas a mi corazón. Tú eres como el Sol que me ilumina, como el relámpago que me daña. Algo que me hace feliz pero me daña. Eres alegría y dolor

Por fin no estás…

Hasta que un ruido empieza a martillear mi cabeza. Son las pequeñas y frías gotas de lluvia que estallan contra el cristal de mi ventana y bajan hasta llegar al alfeizar. Algunas van más rápidas, otras más lentas, pero la final acaban llegando.

Esto me recuerda a cuando era pequeño e iba en el coche mirando las gotas de lluvia que bajaban por el cristal, algunas más rápidas y otras más lentas.

A veces nosotros somos como esas gotitas, controlamos nuestro rumbo a través del cristal. Algunas personas deciden vivir la vida rápidamente sin preocupaciones y sin pararse a mirar todo lo que les rodea; yo, personalmente, prefiero vivir mi vida en pausa, pensando en lo que hago pero sin arrepentirme de lo que he hecho.

Creo que ya me he comido demasiado la cabeza. Voy a volver a pensar en ti, y voy a relajarme.